Tiempos Violentos

Que es una aproximación fresca y renovada a la Colección del macg, a través de la noción de violencia como eje articulador de la investigación y los contenidos. Esta muestra es el resultado de un proyecto de colaboración entre el MACG, Americas Society y el Posgrado en Historia del Arte de la UNAM, con la intención de coadyuvar a la formación de una nueva generación de historiadores y críticos de arte.
11 Nov 2011
25 Mar 2012

El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Instituto Nacional de Bellas Artes y el Museo de Arte Carrillo Gil invitan a la muestra Tiempos violentos. Reinterpretando la Colección del Museo de Arte Carrillo Gil que es una aproximación fresca y renovada a la Colección del macg, a través de la noción de violencia como eje articulador de la investigación y los contenidos. Esta muestra es el resultado de un proyecto de colaboración entre el macg, Americas Society y el Posgrado en Historia del Arte de la unam, con la intención de coadyuvar a la formación de una nueva generación de historiadores y críticos de arte.
 Es oportuno describir brevemente el carácter de la colección pictórica del doctor Alvar Carrillo Gil y su esposa Carmen, la cual fue reunida a lo largo de tres décadas —de 1938 hasta finales de los años sesenta—, hasta que en 1973 se institucionaliza para abrir un museo público en el edificio que el coleccionista construyera específicamente para albergarla. Este apasionado hombre de negocios, de origen yucateco y profesión pediatra, fue una figura importante y polémica en su época. Como amigo de José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, obtuvo muchas de sus obras maestras. De Diego Rivera coleccionó fundamentalmente siete extraordinarios retratos cubistas. Cercano a Fernando Gamboa, su excelente selección de obra resultó en uno de los acervos clave para completar el patrimonio plástico-discursivo de la identidad nacional; por ello mantuvo una postura privilegiada desde el poder ante las decisiones culturales, y viajó junto con su colección por varios continentes.
 
Las obras de José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Gunther Gerzso, así como de Wolfgang Paalen, se han calificado como piezas maestras de la colección original, pero también reunió obra de artistas como Luis Nishizawa, los grabados del Taller de la Gráfica Popular y varias carpetas de gráfica europea.
 
La colección base, donada por Carrillo Gil, consta de 1417 obras; las otras 358 son adquisiciones realizadas durante las últimas tres décadas; en su mayoría, donadas por los artistas tras su exhibición en salas. En este último grupo podemos encontrar piezas de Arnaldo Coen, los hermanos Castro Leñero, Vicente Rojo, Manuel Felguérez, Boris Viskin, Pablo Vargas Lugo, Diego Toledo, Eduardo Abaroa, Miguel Ángel González Casanova, Magali Lara, el Grupo Semefo, León Ferrari y Ambra Polidori, entre muchos otros. La acumulación de obra en el macg ha sido inconexa y en ello la dificultad para pensarla como una unidad. Generalmente, cuando se habla de la Colección, se piensa únicamente en las piezas de “los tres grandes”, mientras el resto es poco atendido. Sin embargo, es interesante buscar maneras de explorar esos otros cúmulos visuales que comparten las bodegas con algunos de los cuadros más significativos e importantes de la pintura mexicana del siglo xx.
 
En este proyecto se planteó que, para tener una aproximación curatorial en torno a la excepcional colección de obras resguardadas, en lugar de llegar a priori con una manera de presentarla, era necesario pasar por un proceso de reflexión y revisión que activaran su potencial plástico y simbólico. Así pues, Tiempos violentos inició como un seminario de posgrado impartido simultáneamente, durante dos semestres, en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam y el macg, con la bodega de obra abierta y a disposición de maestros y discípulos. Fue impartido por cinco especialistas: Rita Eder, Renato González Mello, Deborah Dorotinsky, Ileana Diéguez y Bolívar Echeverría.
 
El soporte para desarrollar el seminario fue la temática de la violencia, un genérico común cuando reflexionamos sobre la humanidad, y que caracteriza a la Colección de Carrillo Gil, orientada hacia temáticas universales de gran dramatismo. Lejos del mexican curious, este coleccionista buscó en la plástica nacional la representación icónica de los paisajes distópicos traídos por las guerras nacionales y mundiales: representaciones de explosiones de bombas, ciudades en ruinas, ríos de sangre, montañas de fuego, cuerpos atravesados por el fierro de las armas. Caos y desastre, prostitución y muerte, al estilo de José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, son el soporte, como oferta temática de la Colección.
 
Del seminario resultaron 3 lecturas; es decir, tres alumnas: Sandra Zetina, Alejandra Olvera y Bertha Aguilar, quienes fueron invitadas a que sus ensayos de fin de semestre se convirtieran en el aparato crítico base de la propuesta curatorial de la exposición. Cada una reunió un grupo de obras quedando, en su mayoría, representadas por Orozco y Siqueiros. Es interesante que, en tercer lugar (en número de piezas), quedó León Ferrari, generoso artista argentino quien tiene una singular historia con el macg, ya que en dos ocasiones (1982 y 2007) realizó exposiciones en el museo y en ambas hizo generosas donaciones de su obra.
 
Otros autores incluidos en la muestra son los artistas grabadores del Taller de la Gráfica Popular, así como Gunther Gerzso. De las adquisiciones contemporáneas se eligió una serie fotográfica de Ambra Polidori, una ampliación fotográfica de una acción del artista chicano Daniel Joseph Martínez, así como dos dibujos de gran formato de Alejandro Montoya. A la muestra, a su vez, se sumaron ciertos trabajos que no pertenecen al acervo como los de Carlos Aguirre, Carlos Amorales, Helen Escobedo, Marta Palau, Cannon Bernáldez, Artemio, Diego Berruecos, Mireia Sallarés y Eniac Martínez.
 
Es importante subrayar que la pieza Muertes chiquitas de Mireia Sallarés —un documento invaluable de 5 horas en video, con testimonios de mujeres mexicanas en torno a la relación sexo-violencia—, y el collage Genealogías de Diego Berruecos se sumaron a la selección original en tanto que actualizan el discurso de la muestra, al dar cabida al escenario político y actual que vive nuestro país.
 
El resultado no es una visión historiográfica, sino temática, que permite hilar cuadros de artistas del siglo pasado con fotografías, video y piezas de carácter conceptual contemporáneos. Este pequeño cuerpo de obra y su lectura dan una aproximación significativa de los contenidos que acumula el macg, sin pretender determinar su valor de manera objetiva, sino por el contrario, activando posibilidades laterales, para abrir el discurso y liberar el lugar común.
 
En una de las lecturas, realizada por Sandra Zetina, se reúnen obras que tienen como tema central la destrucción como proceso y resultado: bombas al momento de caer, ruinas de guerra contrapuestas con edificios que se derrumban, aglomeraciones humanas en ciudades insostenibles. Estas reflexiones artísticas cuestionan las nociones de civilización, presagiando un futuro atemorizante. En el centro se encuentra una idea del fin del mundo, una catástrofe ocasionada por la violencia de la civilización. Los eventos bélicos del siglo xx y las fotos de ciudades bombardeadas que circularon en la prensa, marcaron la memoria colectiva. Podemos ver aquí obras de Orozco, Siqueiros, León Ferrari, Pablo Vargas Lugo y Carlos Amorales.
 
Otro apartado, a cargo de Bertha Aguilar, reflexiona sobre la relación entre la identidad y la violencia. El análisis se centra en un grupo de artistas modernos y contemporáneos: Orozco, Siqueiros, Beltrán, Bracho, Daniel Joseph Martínez, Cannon Bernáldez, Diego Berruecos, Carlos Aguirre, Helen Escobedo y León Ferrari. Todos ellos tienen en común remitir a hechos y personajes históricos. De igual forma, demandan al espectador tomar una postura sobre lo que muestran e intentan incidir en la crítica y en la construcción de lo social. Las piezas también fueron seleccionadas por presentar soluciones, materialidades y motivos encontrados y porque sus diferencias permiten vislumbrar, desde la imagen, la complejidad de las relaciones donde la violencia de lo político aflora.
 
Por último, la reflexión de Alejandra Olvera atañe al cuerpo humano y a una violencia subjetiva —individual, interna, espiritual—, incluso al deplorable daño físico que es un linchamiento; sin embargo, las obras nunca se contemplan como el cuerpo doloroso o sufriente, sino como un cuerpo dolido, esto es, arruinado y roto, cotidiana e históricamente. Cuerpo, psique, voluntad y transcurso, asimilados como condiciones naturales pero con un devenir obligado y asistido que los fragmenta o mutila; son extensiones físicas, figurativas y anímicas del cuerpo social y del cuerpo de la vida, sobre el cual queda sólo pesar y resignación. Incluye obras de Orozco, Gunther Gerzso, Ambra Polidori, Marta Palau y Mieria Sallarés.
 
Curadores: Sandra Zetina, Alejandra Olvera y Bertha Aguilar

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